
Blog dedicado a divulgar distintas manifestaciones artísticas, en la palabra de autores interesados en reflexionar sobre los aconteceres culturales que tienen como protagonistas a personajes y hechos de nuestro territorio y en los que se combinan elementos de varias artes.

Artículos de interés
Artes Visuales

Tres inteligencias y muchas preguntas: Festival de la Imagen 2023
Por: Andrea Ospina Santamaría *
Afortunadamente, en estos cuatro días tuve la oportunidad de asistir a una o varias sesiones de todas las áreas del Festival de la Imagen, exceptuando los talleres. He pensado mucho cómo hacer el texto final de este evento. Imaginaba un cierre con broche de oro, tal vez más académico, y un balance general mucho más formal, pero claramente fracasé en el intento.
Así que este será un texto más, probablemente aún más personal, experiencial y desordenado que los demás. Un aspecto que agradezco al Festival de la Imagen, en varias de sus versiones, es la presencia de un alto número de mujeres investigadoras, especialmente en los espacios académicos y expositivos. En varias ocasiones, en las charlas inaugurales, suele estar alguna mujer con más de 20 años de trayectoria en campos que aún llamamos ingenuamente “nuevos” como el arte generativo, genético, interactivo o incluso digital. Siempre es un honor escuchar estas voces cargadas de experiencia y seguridad, compartiendo espacios con tantas personas jóvenes. Las siguientes conclusiones parten de sus palabras.
Lo primero que he de decir es que aprendí muchísimo. Realmente, la cantidad de información de todo tipo que circula en este espacio es muy enriquecedora y muchos de los participantes tienen un docente dentro de ellos, evidentemente. Hay una gran necesidad de que nos detengamos a pensar las imágenes en un mundo sobresaturado de ellas. Como mencionaba Cristina Voto desde la semiótica, es importante leer la capa transparente de la imagen, la más clara y directa, pero debemos detenernos en esa parte opaca, en sus elementos, sus códigos y mensajes, porque es la fusión de estos niveles la que nos permite entender que la imagen es también ideológica, que nos quiere decir algo más allá de lo obvio. Y claro, no sólo aplica para el mundo visual.
Algo que también destaco es la mezcla de diferentes áreas como las ciencias más básicas (biología, física o ecología), la tecnología (programación, ingeniería o mecatrónica), las artes (incluyendo visuales, escénicas y sonoras), el diseño en sus muchas ramas y las humanidades en general. Estos diálogos crean redes reales entre investigadores que plantean futuros compartidos y aportan a sus contextos.
Además, entre cada una de ellas hay visiones diversas, incluso opuestas: desde eventos que apuestan a la especulación y la ficción, hasta proyectos más centrados en el mercado y la producción; espacios muy autorales frente a prácticas colectivas; o procesos muy utilitarios en cuanto a otras especies frente pensamientos ecosistémicos. Modelos de mundo variados que se tensionan, se enriquecen y se modifican al estar junto a los otros.
Pero no solo es la presencia de estas disciplinas lo importante, sino el invaluable esfuerzo de repensarlas. La resignificación del diseño y el arte como espacios de responsabilidad social ante la memoria, el presente y el futuro; el cambio de paradigma a una ciencia más afectiva, cercana y abierta; entre tantos otros puntos a debatir, nos llevan a un espacio idóneo para dudar de lo que sabemos y de lo que no.
Sin duda, el tema más conversado fue la relación entre las tres inteligencias: la biológica, la humana y la artificial. Poco a poco, la división de naturaleza y cultura ya no parece tan clara, y términos binarios como orgánico y artificial, o vivo y no vivo, encuentran innumerables matices. Lo complejo es que la mayoría seguimos siendo analfabetas en múltiples aspectos, pero paso a paso aprendemos, al mismo tiempo que recuperamos relaciones fundamentales con nuestro entorno y nos damos cuenta que el conocimiento académico no es el único tipo de saber.
En cuanto a la inteligencia biológica, me alegró ver múltiples intentos de apartar al ser humano del foco principal. Aunque todavía pensamos desde una perspectiva antropocéntrica, es evidente que comprendemos más nuestra fragilidad e interdependencia como seres orgánicos, y que la relación ecosistémica va mucho más allá de un cuidado del medio ambiente, implicando una integración sensible con lo que nos rodea. Es urgente considerarnos los animales que somos en esta crisis que hemos causado en el planeta, y entender que somos fácilmente superados por inteligencias centradas en la supervivencia como las de los microorganismos o los hongos; por las fuerzas de los mares y por la magia de los procesos biológicos, como la fermentación. A pesar de que este año se observaron menos interacciones de arte genético o biológico en comparación con ediciones anteriores del festival, su concepción sigue presente, hoy más mediada por las tecnologías y los lenguajes que nos permiten ampliar lo que ocurre allí, como el sonido.
Frente a la segunda, la inteligencia humana (no meramente biológica) resultó interesante percibir cómo lo estamos planteando cada vez más desde el trabajo colectivo y comunitario. Muchas voces resonaron a través de productos audiovisuales diversos y comprometidos con sus contextos, aunque todavía estamos en deuda con respecto a combatir la centralización y modificar nuestras metodologías para exhibir menos y, en su lugar, dar más voz. También fue importante entender cómo estos procesos de creación, pensamiento y acción son los que nos definen, lo que conlleva a valorar la circulación de lo que hacemos, conservar lo digital y abrir las plataformas para que puedan ser replicadas. Más allá de una inteligencia meramente racional, me quedo con la poética, la sensibilidad y la fuerza sensorial de las intervenciones humanas del festival, que van más allá de las formas de lenguaje más usuales y logran que existan otras capas de lectura, sobrepasando la muestra de herramientas y dispositivos llamativos.
Por último, quedan muchas dudas y debates actuales sobre la inteligencia artificial, sin duda el tema más discutido en todos los espacios y en el que más me centraré. Con respecto a los términos de programación y software que permiten este tipo de inteligencias, es claro que los detalles técnicos se nos escapan a la gran mayoría, incluso en campos más específicos. En mi caso, sólo la diferencia entre arte generativo y arte con inteligencia artificial resulta compleja, al igual que sus procesos de creación (que aún no reconocemos con facilidad). Sin embargo, debemos aceptar que es algo de lo que ya no podemos hacer la vista gorda, ya que, según varias conversaciones, se estima que en aproximadamente 40 años estas formas de vida alcanzarán avances cuyos límites desconocemos en la
actualidad. Así que plantearé principalmente preguntas. En conversaciones específicas, se mencionaron definiciones específicas ayudando a dar más apertura a estos temas. Por ejemplo, Rolando Carmona (Venezuela) explicó los fractales y el crecimiento de bucle, entre otros modos de creación; Lucia Santaella (Brasil) nombró cada una de las inteligencias generativas de imágenes, así como el significado de machine learning y los modelos de difusión; y desde la teoría, Joaquín Zerene (Chile) definió los términos antropoceno y posthumanismo. Habrían muchos más ejemplos, pero el punto es que estos diálogos nos permiten entender que este campo también está lleno de tensiones, sub-técnicas y diversidades, lo cual nos ayuda a disminuir el nivel de algo parecido a una fobia actual ante la generación de estos nuevos seres que, por ahora, imitan el cerebro humano con traducciones de diversos lenguajes. Todo esto nos lleva a preguntarnos ¿Qué sucede cuando introducimos el afecto o el cuidado desde esa tercera inteligencia? ¿Cuánto de lo que no comprendemos de ellas se debe a qué aún no lo comprendemos en nosotros mismos?
Un punto muy interesante planteado por Fito Segrera es que estas máquinas en la actualidad no necesariamente tienen la razón. También cometen errores, ya que sintetizan lo que no se puede resumir (como las composiciones pictóricas de su obra) y pueden tener ideas sesgadas de una realidad ya filtrada por criterios humanos, como la geografía o los idiomas. Entonces: ¿Cómo es el proceso de entrenamiento de la máquina antes del resultado que vemos? ¿Hasta dónde pueden llegar las interacciones entre estos seres?
Lo más gratificante del festival es salir con una cierta tranquilidad que nos brinda un “no lo sabemos”. Entre visiones apocalípticas, ecologías donde las tres inteligencias tienen el mismo peso o futuros en los que seguimos teniendo el control, las probabilidades son similares y nuestra capacidad para entenderlas es mínima. Lo que sí está en nuestras manos es no permitir que el desarrollo de estas inteligencias siga de la mano de un neoliberalismo extremo, proceso de segregación social o privilegios no compartidos, ni bajo una racionalidad cartesiana que nos impide sentir y cuidar. Por eso, lo colectivo, lo ancestral, lo sensible y lo ecosistémico son vitales al pensar en las IA, y eso quedó más que claro. La pregunta aquí es: ¿cómo escuchamos cada vez más a pueblos cuyas inteligencias y tecnologías no pasan por el software y hardware que nos han vendido? ¿Cuáles son los usos que actualmente le damos a estas tecnologías y qué usos les queremos dar como sociedad? ¿Cómo pensamos las tensiones de poder que implica su uso como herramienta, su reconocimiento como seres y su control externo?
Nos enfrentamos a aspectos tan variados como el misticismo electrónico, los sentimientos, las frustraciones y las decisiones políticas. A su vez, se mantienen grandes discusiones dentro del ámbito artístico, como la relación entre la técnica, la creación, el concepto y el discurso: ¿Por qué utilizamos esta herramienta y qué repercusiones medioambientales tiene? ¿Cómo piensas a partir de estas técnicas? ¿Cómo se expresa la poetización de la inteligencia artificial sin necesidad de ser sólo una exhibición de programas digitales?
Y concluyo como siempre, felicitando a todas las personas invitadas por todo lo que nos dejan y especialmente a los procesos locales que vimos en el festival, y también a aquellos que no estuvieron en este marco. Espero que los sigamos acompañando de forma constante en nuestra cotidianidad, que la presencia internacional y de Bogotá sean un insumo para fortalecer la descentralización en lugar de una forma de perder esta riqueza, y que el próximo año por fin me pueda centrar en los talleres, que sin duda son uno de los espacios más interesantes de este evento.
*Museóloga y docente.
Entrevista

Dorian Hoyos Parra: una mujer invencible
Por: Quehacer Cultural
“Les agradecemos que nos acompañen en este encuentro denominado Poéticas Manizaleñas que surge de una necesidad latente de la ciudad, pues Manizales se narra en cada instante, dicen que aquí en cada esquina hay un poeta. Estas montañas, estas calles, y estos atardeceres están hechos para convertirse en historias, es por esto, que Manizales y Caldas son conocidos como cunas de escritoras y escritores, los cuales han hecho un aporte invaluable a la literatura del país”.
“Esta tarde estamos aquí para celebrar la vida de la escritora Dorian Hoyos Parra, agradecemos en primer lugar a su hija Alejandra por la complicidad y a ella, a Dorian por la ternura, la disposición y la voluntad con la que acudió a esta cita. Hoy hablaremos desde la amistad, la fraternidad y el cariño sobre su vida, su obra y toda la narrativa que se encuentra detrás de sus historias y que hacen parte de esta ciudad y de sus habitantes”.
“Agradecemos también a Juan Carlos Acevedo quien ha crecido al calor de los poemas y es sin duda un compañero de tertulia perfecto para Dorian en esta tarde y para nosotros que estaremos escuchando como testigos atentos”.
Con estas palabras inició el Centro Cultural del Banco de la República de Manizales, el 17 de febrero de 2023, el homenaje a la escritora Dorian Hoyos Parra para celebrar sus 90 años de edad, en el marco del centenario de la institución.
Después de que empleados del banco leyeran algunos poemas de la autora, el poeta Juan Carlos Acevedo, encargado de presidir el diálogo, hizo la presentación de la homenajeada: “Es una mujer que no se rinde, que no se deja vencer, que se levanta como de sus caídas físicas, una y otra vez, una invencible mujer que atravesó dignamente el siglo 20 y avanza plena en el siglo XXI. Ha sido hija y hermana, madre y abuela, empleada y artista, amiga y esposa. Dorian Hoyos Parra está hecha de esa materia única de la que están hechas las mujeres. Por su larga lista de amigos que van desde Pablo Neruda hasta los grandes poetas Luis Vidales y José Luis Diazgranados o Iván Cocherín, Carlos Eduardo Marín, Maruja Vieira y la gran poeta Beatriz Zuluaga han pasado sus sueños, con esa lista de amigos han pasado sus miedos y sus esperanzas y lo digo porque su cercanía con ellos consolidó no solo su vocación de literata sino también la de humanista…”
Dorian, poeta, historiadora, novelista, ensayista, librepensadora y “católica a mi manera”, nació en Manizales. Ha dedicado su larga vida, además de la escritura, a servir, con sus atributos de alegría, vitalidad, optimismo y generosidad que siempre la acompañan, a las causas cívicas y culturales que han determinado el progreso de la ciudad. Ante más de un centenar de familiares, amigos y admiradores narró con visible emoción, y su característico humor, episodios de su fructífera existencia.
La maestra también es abogada, carrera que estudió en Bogotá. Allí se vinculó en 1969 laboralmente al DANE durante 25 años, donde tuvo como compañeros a destacados personajes de la literatura colombiana tales como Luis Vidales, José Luis Diazgranados, Humberto Durán, Luis Fayad, con quienes consolidó una afectuosa amistad.
De regreso a Manizales en 1993 continuó con su producción literaria, iniciada a los 7 años de edad cuando escribió su primer poema, la cual se refleja en sus libros: Cantos Intemporales (Poesía, 1981), Gotas de Rocío (Poesía, 1991), Eros y Urano: Amor y Cielo (Poesía, 1999), Café y Ciudad, por la cotidianidad de la población cafetera de Manizales (Novela histórica, 1999), Alma de Gema (Poesía, 2008), Vivencias (Poesía, 2013), El Camino en la Sombra y Cien Años de Soledad: Coincidencias y Similitudes (Ensayo, 2006). También ha colaborado con artículos en revistas y periódicos locales y nacionales.
Opinión

Violencia contra la mujer en una sociedad violenta
Por: Juano Jurado *
Todavía muchas personas siguen pensando que el problema de violencia contra la mujer es algo aislado, es algo que sólo le ocurren a ciertos estratos sociales y a personas con ciertas condiciones socio económicas y culturales que permiten que estos vejámenes se sigan presentando.
Tenemos en el imaginario colectivo, que la víctima de violencia es una mujer generalmente abnegada, poco dedicada a sí misma, de pocos recursos económicos, madre cabeza de familia y sin ningún tipo de oportunidad laboral para poder desarrollarse humana y profesionalmente.
Pero ahí, de frente, tenemos la realidad dándonos lecciones, enseñándonos que como seres humanos todavía vivimos en una sociedad llena de estereotipos y que cuando se trata de cuestiones criminales todavía seguimos perteneciendo a la escuela criminológica de Lombroso, donde las características para identificar a un delincuente nato estaban dictaminadas por cuestiones netamente físicas, como las características faciales y corporales de los sujetos. Pues ahora, parece que las víctimas en pleno siglo XXI también son víctimas por ser de un tamaño determinado, posición económica específica o por pertenecer a un grupo de personas que no tienen muchas oportunidades laborales y educativas.
Sin embargo, llegan hechos como los ocurridos con la Selección Española Femenina de Fútbol, jugadoras que, tras consagrarse campeonas en el año 2023, demostraron su fuerza y gallardía, mostraron sus habilidades deportivas y llevaron a las mujeres a los más alto de la élite del deporte masculino; comenzaron a ser víctimas de violencia de género desde unos micro escenarios de dominación masculina, donde todo se ha ido normalizando y ahora, nadie se acuerda de lo ocurrido.
Primero fue el mismo presidente de la Real Federación Española de Fútbol, que sin autorización de la jugadora Jenni Hermoso la tomó de la cara y le robó un beso, en plena ceremonia de celebración. Después se supo que uno de los entrenadores de La Roja se pasó con otra de las integrantes del equipo en medio de la celebración de un gol en el certamen mundial.
Sumado a lo anterior, cuando las jugadoras denunciaron todos estos hechos y solicitaron respeto y justicia, el señor Rubiales presidente de la Real Federación Española de Fútbol, salió ante los medios de comunicación no a disculparse sobre lo ocurrido, sino a justificarlo y a explicar por qué debe verse este acto de agresión contra la mujer como algo que ocurre normal y constantemente en escenarios de alegría y celebración futbolística.
Ahora, si traemos la problemática a un contexto colombiano y latinoamericano, no estamos muy lejos de lo que sigue sucediendo a nivel mundial. Por este lado del mundo también la realidad nos enseña que las víctimas de violencia no son solo las mujeres en estado de vulnerabilidad. Se conoció cómo una joven colombiana de 18 años fue asesinada en México, esta mujer terminó siendo relacionada como sobrina del exministro de Hacienda de Colombia, José Manuel Restrepo.
Entonces debemos comprender que no se trata de un asunto aislado de algunos estratos socio económicos, que las mujeres que aparentemente están cerca de las élites mundiales o nacionales también son víctimas de violencia, y que como se vio solo en los casos aquí referenciados, la violencia contra las mujeres se evidencia desde pequeños espacios de interacción social como espacios de celebración, espacios laborales, contextos deportivos, hasta llegar a la más terrible manifestación de la violencia contra la mujer: el feminicidio.
Lo anterior se suma a una cifra de denuncias por violencia contra la mujer que, solo en Colombia durante la primera parte del año 2023 según medicina legal ya ascendían a 19.606 eventos de violencia intrafamiliar contra mujeres y 213 feminicidios.
En consecuencia, este es un recordatorio para que no dejemos de pensar en que estamos frente a una problemática latente y constante, comprendamos que países como Colombia y México siguen siendo de los principales territorios donde más se cometen actos de violencia contra las mujeres y los escenarios de poder no han permitido avances significativos en la protección de estas más allá de la creación burocrática con la creación de cargos, entidades o instituciones que luchan contra la violencia de género pero no promueven la libertad de la mujer.
Debemos comenzar a ser mucho más conscientes del problema de violencia que nos aqueja, no podemos seguir naturalizando la violencia y justificando que siempre ha sido así. Pero tampoco podemos llegar a puntos extremos de paranoia colectiva donde cualquier acto cotidiano se convierta en violencia psicológica o estructural.
El problema adicional a la violencia contra la mujer, es que los latinos, y específicamente los colombianos, nos acostumbramos a los escenarios violentos, creemos que la violencia es normal en la dinámica cotidiana de la vida: si voy a conducir un vehículo me preparo para ser violento con los que considero que no son buenos actores viales; si voy hacer un negocio, me preparo para amenazar y no dejarme de quien se quiera aprovechar, si voy al trabajo me van acosar, sí voy a estudiar me van hacer matoneo, si tengo alguna discapacidad me van a discriminar. Y así infinitamente.
Entonces tomamos otras situaciones no violentas y las hemos estado calificando de violencias simbólicas, porque dentro de nuestros contextos de violencia generalizada todo lo vemos como un acto violento: un halago es violencia, una invitación es violencia, un regalo es violencia, una atención es violencia, querer ayudar es violencia. Y es allí, donde nos ahogamos en una dinámica de nunca acabar, donde naturalizamos tanto ser una sociedad violenta que cualquier acto no violento le intentamos encontrar acomodo como una acción belicosa, solo porque se nos hace extraño que algo no lo sea. Siempre hay una malicia pensando en que se va a generar un daño.
Finalmente, podrán existir múltiples organismos e instrumentos jurídicos internacionales, nacionales, regionales y locales para erradicar la violencia contra la mujer. Pero, para sacar a una sociedad de la dinámica cotidiana de violencia, se necesitan actos reales humanos. Debe haber consensos emocionales colectivos que permitan situarnos en nuevos lugares de fortalecimiento para las relaciones sociales.
De nuevo, evitemos la importación de normas y de costumbres, que la globalización y la hiperculturalidad sean instrumentos adicionales para conocer que las problemáticas de violencia son internacionales, pero que las soluciones de erradicación deben responder a contextos específicos y no a la estandarización del comportamiento del hombre o de la mujer.
* Músico, compositor, abogado y docente de la Universidad de Manizales y de otras universidades. Especialista en Investigación Criminal y Magíster en Derecho. Doctorando en Literatura.
Teatro

Decrépitos tiene todos los vicios y las virtudes heredados de la “Creación Colectiva”
Por: Rubén Darío Zuluaga *
Decrépito según el diccionario de la lengua española es una persona que está en decadencia y que tiene disminuidas sus facultades físicas y mentales a causa de su avanzada edad. Y el nombre de la obra nos da una idea de lo que veremos como puesta en escena de Los Chicos del Jardín. Por la publicidad uno se imagina un poco de viejos achacosos por quienes se puede sentir fastidio, pesar, conmiseración, amor, odio o risa burlona como la que provocan los viejos sordos popularizados por “Sábados felices” y con los que se divierte a pierna suelta el pueblo colombiano. O también podría ser una denuncia desde la mirada sociológica sobre el maltrato al que son sometidos en los ancianatos y lugares públicos donde se cuidan viejos que por ley natural van hacia la decrepitud.
Realmente Los Chicos del Jardín nos muestran una comedia divertida, con visos trágicos, llena de lugares comunes, donde se representa el “personaje tipo”, la vieja con alzhéimer, la mitomanía, incluido el viejo con su peculiar manera de gozarlo todo; se divierten con malicia, ironía, además con ciertos “gags” y ademanes, que en general es la demostración del talento y el histrionismo de los integrantes del grupo. Decrépitos tiene todos los vicios y las virtudes heredados de la “Creación Colectiva”. La unidad del texto a veces se resquebraja, hay acciones, conductas aisladas que no responden a la unidad de la obra, pero también hay una espontaneidad permanente de creatividad que fluye y dinamiza mucho la escena.
Decrépitos es una obra que no es muy sólida desde el punto de vista de la Fábula, en ciertos momentos pierde verosimilitud, no se le cree a los personajes y las situaciones. Sin embargo, pareciera que la riqueza de la obra está en las caracterizaciones individuales y seguramente puede constituirse en exitosa para un público amante del teatro festivo, pues hay mucha gracia en esa decrepitud, que no alcanza a producir lástima, tristeza o dolor, se ve a la legua que son personas jóvenes con mucha energía.
La obra permite deducir que hay una investigación detrás, que observaron la población objeto y tal vez se basaron más en los aspectos externos, en el lenguaje y formas físicas expresivas. La metafísica del viejo o del decrépito pudiera llevarlos por otros senderos de investigación como el grotesco o la caricatura, sin embargo es un logro manifiesto la línea de trabajo definida.
Lo realmente importante en el trabajo de Los Chicos del Jardín es la frescura de sus propuestas escénicas, la juventud y organización en muy diversos campos de la producción y la investigación teatral. La exploración teatral en Manizales es diversa y lleva ritmos muy particulares. Desde la academia y el pensamiento teatral, se esperaría mayores riesgos desde el punto de vista estético, que se incursionara en poéticas y lenguajes con mayor compromiso, y antes que minimizar formatos o simplificar los argumentos o la fábulas, asumir mayores retos, alimentarse teóricamente, afrontar búsquedas mayúsculas en la creación y producción. Pero eso resulta muy fácil decirlo desde afuera y como observadores, cuando sabemos que los grupos están en lucha por la sobrevivencia y se comprende que a veces lo urgente no permite hacer lo importante y que nuestro proceso tiene algunas limitaciones.
* Crítico teatral.
Fotografía Andrés C. Valencia.
Artes Escénicas

Más allá del arte sereno: el paradigma estético contemporáneo en el Festival de Teatro de Manizales
Por: Rafael Santander *
En el lugar más particular para encontrar una cita textual, la reseña de la contraportada de La ceiba de la memoria de Roberto Burgos Cantor, nos dice esta voz anónima que la novela parece responder a la profecía de que «después de Auschwitz no es posible un arte sereno». Esta frase la recordé hace unas semanas, fue el pensamiento que me surgió al dar un concepto general sobre el Festival Internacional de Teatro de Manizales, que era un gran ejemplo de este arte que no es sereno y atribuí la cita erróneamente a Walter Benjamin.
La contratapa del libro le atribuye la idea a Theodor Adorno, pero después de una consulta rápida en los motores de búsqueda de internet, hallé que los únicos que afirman esto son los editores de Seix Barral. La afirmación de Adorno era «después de Auschwitz no es posible la poesía», lo que se aleja bastante de la afirmación del escritor fantasma, quien quizás citaba de memoria y en su cabeza se confundieron la cita textual y la glosa.
Merecen también mención la cantidad de contradictores de Adorno que aparecen en estas búsquedas, quienes desde sus blogs personales toman esta frase de caballito de batalla, inician sus disertaciones histéricas señalando lo obvio y lo inmediato: que la poesía hasta la fecha se sigue escribiendo.
Mientras la profundidad de nuestras reflexiones estéticas considere que la poesía es la forma literaria de los renglones quebrados, la perífrasis —mal llamada metáfora— y de la rima, seguirá habiendo poesía para rato. Y sin entrar a profundizar en la teoría estética de Adorno, lo fundamental es considerar la glosa de nuestra contraportada apócrifa, entender que para el filósofo dejó de ser posible una forma de poesía después de Auschwitz: la del «arte sereno» que menciona el exégeta.
Walter Benjamin, colega de Adorno, en 1936 con su ensayo El arte en la época de la reproductibilidad técnica predecía los horrores que en el futuro cometerían los totalitarismos. Este texto explora unos temas muy tratados a principios del siglo XX: la crisis de la modernidad, la «muerte de Dios», la cosificación del ser humano; solo que desde una perspectiva única: la tesis de que la reproducción técnica del arte mediante la fotografía destruía el «aura» de la obra de arte —que en palabras de Benjamin es una referencia a tiempo y lugar, es decir su contexto, y por ende, su capacidad de ser testimonio histórico— y esto cambiaba por completo nuestra percepción del mundo. La imagen fotográfica está despojada de «aura» por lo que termina cosificando lo retratado y el cine, al capturar y reproducir mecánicamente la figura y voz humanas, cosifica también a este hombre moderno al destruir su «aura».
El texto de Benjamin concluye prediciendo la guerra como producto de este cambio en la perspectiva. El culto a la máquina, especialmente a la de guerra, como lo expresaba Marinetti, padre teórico del futurismo; el advenimiento del fascismo y la masificación de la cultura solo podría terminar en el exterminio del hombre por el hombre:
Fiat ars, pereat mundus, dice el fascismo. Hágase el arte, perezca el mundo. Y espera de la guerra, tal como lo confiesa el propio Marinetti, la satisfacción artística de la percepción sensorial modificada por la técnica. Resulta patente que esto es la realización acabada de l’art pour l’art. La humanidad, que hace siglos, en Homero, era un objeto de espectáculo para los dioses olímpicos, se ha convertido ahora en un espectáculo para sí misma. Su autoalienación ha alcanzado tal grado que le permite vivir su propia destrucción como un goce estético de primer orden.
En esa época, los países europeos ya habían cometido toda suerte de atrocidades en las colonias, pero en su visión eurocentrista no había aniquilación de ningún ser humano, se nos estaba otorgando «el progreso» y este venía manchado con algunas gotas de sangre. La exterminación tuvo que ser en su propio terreno, entre gente que consideraban «civilizados» y no «salvajes» para entender el nivel de deshumanización que habían alcanzado gracias al proyecto moderno. Auschwitz es un mito, representa el epítome del horror, el momento en el que el hombre blanco se mira al espejo sin reconocerse y llega a sus oídos el eco de los críticos de la modernidad, es un momento de epifanía, la anagnórisis colectiva en el clímax de la tragedia humana. Cuando el hombre moderno toma conciencia de su propia monstruosidad se ubica de frente a una experiencia, inevitable y necesaria, de la que estuvo huyendo durante el «siglo de las luces»: la del vacío de sentido. Esta es una fuente de infinita angustia para el ser moderno, que se puso a la tarea de iluminar cada uno de los rincones ocultos donde permanecía la ignorancia hasta hallar, irónicamente, las profundidades abisales de la oscuridad perpetua.
A partir de la segunda mitad del siglo XX el arte ya no es sereno, sino angustiante, abandona la posición cómoda del saber moderno y emprende la búsqueda de esos límites de la representación y el significado. En la expresión del horror se encontró un terreno fértil para estos encuentros con lo inefable, y no me refiero al horror de los monstruos de herencia romántica, sino al monstruo del espejo, al Sputnik, y a la amenaza de la destrucción atómica, aunque no solo estas experiencias nos dejen sin palabras. En los procesos de introspección el lenguaje llega también a tierras vírgenes donde la palabra no ha dejado huella. Los arquetipos, por ejemplo, son símbolos que intentan dar razón de unos procesos psíquicos —espirituales o mentales— a los cuales necesitamos dar nombre. El arte ha comprendido que no debe intentar colonizar estos vacíos de sentido ni tampoco llenarlos, sino, simplemente, emitir luz hacia ese lugar para que presenciemos el fenómeno, cavar hasta revelarnos un agujero sin fondo.
Pero ¿qué hay de la «poesía» que todavía se escribe, del «arte sereno» que aún se produce y circula? De esto no hay nada que decir, aparte de afirmar su existencia y su irrelevancia. El arte contemporáneo no debe angustiarnos necesariamente, pero sí ponernos en contacto con esa dimensión alingüística del mundo, la experiencia de la divinidad que en el proceso de secularización moderno se convirtió en la experiencia del espíritu, el «somos parte de algo más grande». No hacerlo no rompe ninguna regla ni conlleva ningún castigo, es apenas la declaración tácita del deseo de regresar al pasado o de una negación presente.
Y debido a la plena consciencia del presente histórico y estético evidentes en la versión número 55 del Festival Internacional de Teatro de Manizales es que queda en el espíritu esa sensación de alegre incomodidad que producen estas experiencias auténticas fuera del lenguaje. En la mayoría de los montajes que pude presenciar se aprecia esa búsqueda de las compañías, desde la dramaturgia o la puesta en escena, por generar en el público esa experiencia con lo inefable más allá de esteticismos vacíos y de optimismos sin fundamento en los que, pese a la dureza de muchos de sus temas y contenidos, es inevitable salir sonriendo ante el verdadero espectáculo y lo verdaderamente hermoso: ver a tanta gente comprometida con esa restauración de nuestra «aura», nuestra relación con la comunidad, con la tierra, con este tiempo y lugar que nos permite ser testimonio vivo del presente.
*Escritor. Realizador de cine.
Artes Plásticas

La primera vez que oí hablar de usted, Antonio Caro
Por: Texto y fotografías Daniel Santiago Salguero Jaramillo
Empezaré el texto nombrando las anécdotas que tengo desde inclusive antes de haberlo conocido. No son muchas y no necesariamente son divertidas, pero siento que toda perspectiva desde cualquier subjetividad devela. Deseo que desde lo que recuerdo pueda dibujarse un esbozo de retrato suyo para intentar compartir mi visión de usted como acontecer mismo de la plasticidad conceptual de su obra.
En el Politécnico Gran colombiano o Poli como le dicen ahora, yo en clase de historia del arte III, haciendo la carrera de Medios audiovisuales con énfasis en fotografía, tal vez en el edificio “i” no recuerdo el nombre del profesor, pero sí esa clase en la que ese profesor nos contó de sus años en Nueva York en los que había conocido, o por lo menos había estado cerca a Andy Warhol. Yo tomaba notas y me sentía de alguna forma identificado con lo poco que entendía de arte, aún sin saber que sería a partir de los años siguientes mi campo profesional. En esa misma clase vimos la película Basquiat dirigida por Julian Schnabel, un artista (pintor) de una generación que estuvo haciendo cine sobre artistas. Más adelante en la clase el profesor nos dijo que el pop art había tenido repercusión en el arte latinoamericano y colombiano y nos mostró imágenes de artistas pop locales. Ya no recuerdo cual pero sé que apareció una imagen de una obra icónica suya. Un compañero de clase, un amigo sentado a mi lado dijo: ese es primo mío. Como yo no sabía quien era usted no le di mucha importancia al hecho, pero ahora entiendo que algún parentesco sí tenía con Felipe Holguín Caro. Esa fue la primera vez que oí hablar de usted Antonio.
Unos diez años después del recuerdo anterior estando en la Residencia en la tierra (un programa de residencias artísticas rurales que coordiné junto a otros amigues entre 2009 y 2014) nuestro vecino de finca Juan Escalante lo invitó. Tengo entendido que fueron muy buenos amigos a lo largo de la vida, vi en estos días en medio de tantos retratos suyos que publicaron a raíz de su muerte (¡cuánto lo vamos a extrañar, cuánto lo extrañamos ya!) uno con el crédito de Bonny Forero la expareja de Juan. Recuerdo cosas como haber ido a Camagüey la finca de Juan y allá haber reconocido obras suyas, una bandera de ‘Colombia’ en uno de los cuartos y una serigrafía de la mata de maíz, tal vez también ahí mismo. Retomando el recuerdo, más adelante usted vino a La Sofía (a la Residencia en la tierra) con Juan que estaba esta vez con Toyi, amiga suya también y Paul Barrios; venían de hacer algo en Manizales, usted era asesor de tesis de Paul en el pregrado en artes plásticas de la Universidad de Caldas. Creo que hubo una fiesta o algo así, no me acuerdo pero tengo una sensación nocturna de esos días y la idea de la presencia de los carteles de Paul que pegué en mi cuarto y que nos acompañaron en los años siguientes. Él estaba trabajando unos carteles sobre la comunidad Embera a la que de alguna forma está vinculado por herencia familiar. Más adelante desde la RT trabajaríamos con Paul desarrollando un proyecto para el Salón Regional de esa zona en el año 2012. En 2014 lo visité a él en Cali, estuve en su apto y salimos a tomar algo con amigos en un parque. Por supuesto lo recordamos, nos referíamos a usted como al maestro Caro, siempre con asombro y agradecimiento. Por esos años también vino Adriana Arenas a la residencia y nos habló de usted, de sus ‘políticas’ de hacer algo de estiramiento y yoga todos los días y de algunas excentricidades evidenciadas en su forma de viajar o de alimentarse, quizás todo lo contrario a una excentricidad (un antónimo sugerido por el buscador es lucidez) mostrándonos que ser artista es ser particular y pensar y repensar los gestos comunes a veces hasta deconstruirlos a ver si nos varía el muy estrecho rango de percepción que tenemos sobre las cosas.
Creo que en su trabajo, y sin necesidad de romantizar pues eso usted lo odiaría, se ve claramente desdibujado el límite entre el accionar plástico y lo cotidiano sin poder diferenciar muchas veces lo uno de lo otro, aunque usted diría, digo yo, que los límites de su obra plástica están bien definidos en las márgenes de los papeles que ha usado y habría que aceptar que su trabajo, a pesar de que especuladores como yo, digamos que está en la vida, está es en el papel y muchas veces enmarcado y ya colgado en importantes colecciones de arte siendo arte objetual concretamente, sin espacio siquiera para la duda o la discusión (exagero, sabemos que siempre al lado de su obra habrá espacio para la discusión, fue hecha para eso) lo cual también me atrae bastante digo como artista más que como espectador, me pongo en la tarea de analizar y repasar sus formas de operar y no me queda duda de que lo que hace es arte (quiero decir no solo vida) conceptual y sin duda arte ya que juega con imágenes y colores y símbolos y medios y materiales y superficies para reformular y formular un pensamiento cargado de ricos matices polítiques y poétiques y reflexiones sobre todo que apuntan hacia la palabra escrita, pues digámoslo ya Antonio, lo suyo era el lenguaje. Su obra opera desde lo evidente sobre el lenguaje escrito. La tradición de la lengua, las culturas que las lenguas representan, la idea de señalarnos el lenguaje como método matriz de transformación de lo cotidiano, de lo privado pero aún más de lo público. El lenguaje como prueba de la antropofagia entre nosotros, colonialismos históricos actualizados. También digámoslo, porque además es obvio, que usted se esforzó siempre por la discusión pública, se hizo así mismo un ser público. Más como un regalo suyo a nosotros que como propósito ególatra, eso también me queda claro. Porque hay que tener en cuenta el contexto y la dificultad en que se da la vida en Colombia y, sobre todo, por los momentos polítiques tan enrevesados y complejos que usted asumió y atravesó como pensador y artista y que nos dejó plasmados en sus obras a manera de disoluciones y flechas.
Volviendo a recuerdos, otro en el que nos encontramos ya más adelante después de haber cerrado la RT, esto es Bogotá del 2014, en el Sanatorio taller de cerámica, en una de las exposiciones que hacían eventualmente bajo el nombre Salón de la Justicia. Yo estaba alojando en el apartamento donde tenía ahora mi estudio en el centro de Bogotá al artista ‘tapatío` (gentilicio de la gente de Guadalajara) Santino Escatel con quien nos habíamos acercado a Nicolás y a Sergio por esos días con Mario Andrés, y nos habían invitado a participar en esta expo en la casa del barrio Palermo. Antes de ir más lejos, acabo de acordarme que usted estuvo después en Guadalajara invitado por Santino y su colectivo Sector Reforma. Estuve en 2017 visitándoles en México y quedaban rastros suyos, un letrero en la ventana del apartamento modernista de Santino donde con cinta café de embalar y en una tipografía curva decía ‘cinta’ si no estoy mal. También después vi ahí fotos de su anuncio de Achiote y chicles Adams que también después vi que mostró en vayas publicitarias del DF. Retomando, el Sanatorio, Bogotá 2014, elles hacían unas curadurías muy diversas que también incluían grandes nombres. Me acuerdo de ver obras de Miguel Ángel Rojas, por ejemplo, y de ver entre los visitantes a Jaime Cerón, me acuerdo ya tarde de todes bailando en el patio, yo como siempre un poco exagerado, creo que usted también estuvo bailando entre nosotres, por ahí estaba Ana María Millán, no se quién más. Usted participó en esa expo, mandó a hacer una especie de volantes como obra. No me acuerdo ya del mensaje, decían algo así como “al regresar noté cuanto había cambiado”. Como Santino estaba de residencia, específicamente en Bogotá, esa obra le hizo mucho sentido, porque además estaba pasando por un momento de mucha transformación, como pasa en los períodos de residencias artísticas. Nunca lo vi así, pero ahora que escribo este relato puedo concluir que pasamos mucho tiempo juntes, todes, esos meses. Yo estaba acercándome al barrio Egipto en el centro antiguo de Bogotá haciendo una investigación previa para proponer un proyecto al Idartes, una beca que ganamos y ejecutamos en los meses siguientes. Eso hizo que Santino el mexicano viniera a acompañarme al barrio y que eso despertara su interés por la comunidad, y no solo eso, sino que le dio el sentido a lo que él andaba buscando, un espacio público para ensamblar alguna de sus esculturas que por lo general son de interacción con las comunidades donde se encuentran emplazadas. La escultura terminó siendo una especie de espacio ritual para quemar maderas y eucalipto y hacer fuego y terminó siendo un evento con la comunidad del barrio donde hicimos el ritual y se invocaron buenas energías invitando al perdón y a honrar la vida de tantos muchaches pandilleros caídos en el barrio en esa misma zona del bosque donde ahora trabajábamos. Para esa obra ayudó en la construcción el maestro de obra de Simón Vélez, Hermaín, que terminó haciéndose amigo de Santino y de los muchachos del barrio que ayudaron también con la mezcla del cemento y la ensamblada de ladrillos de tierra locales bajo el sofisticado y a la vez simple diseño de Escatel. Para ese evento el barrio organizó bailes y palabras, vino usted Antonio, y vinieron los chiques del Sanatorio, entre muchos otres amigues y familiares que nunca en la vida habían subido o tenido la posibilidad de subir a este peligroso barrio. Los que llegaron tarde y subieron solos fueron robados, todo esto era normal allí, presencié tiroteos y supe de las historias más escabrosas. A raíz de todos estos movimientos yo seguía junto a un colectivo de arte social, principalmente desarrollando el proyecto de la beca que habíamos obtenido para trabajar sobre la memoria de este barrio y capacitar a les muchaches con herramientas de pensamiento crítico y artísticas (conceptual y plásticas). Estas becas, al igual que otros programas de la alcaldía, eran muy novedosas. Entre otras cosas recuerdo que por primera vez habían instalado canecas de basura para la comunidad y también por primera vez subiría el camión de la basura a recoger sus desechos, esto para decir que todo allí es muy precario y que todo lo que se haga es de mucho valor. Invité a dos artistas, entre ellos usted, como pilares de este proyecto y estuvimos por varios meses subiendo a trabajar al barrio. Usted se encargó de conversar sobre el valor de la palabra como símbolo gráfico y estético de comunicación. Y el grafitero, uno de los más duros del momento, Crudo, también dictó talleres de tipografía mural y grafiti. Fueron perfectos, dos artistas que conocen la calle y los lenguajes populares, que no le tienen miedo, pero si respeto, como debe ser, a estas personas. Por supuesto me ayudó a finalizar y a concretar la comunicación gráfica. Me acuerdo que le alegró que pagáramos bien a los talleristas y que hubiera presupuesto justo para todo. Siento que algo de eso me queda de usted en cuanto a la importancia de profesionalización de nuestro oficio. Debemos velar en lo posible porque las cosas se hagan bien y se respete y valore el trabajo que hacemos como artistas plásticos, conceptuales, sociales, o como prefieran llamarnos.
El día del evento de finalización de ‘Laberinto Egipto’ subimos de nuevo al barrio e hicimos la caminada planeada, visitando todos los murales hechos por los mismos pandilleros, recordando que Egipto es el segundo barrio más antiguo de Bogotá y que fue fundado en 1546. Me gustan las fotos de ese día, usted sobresale con su peinado, sus botas y su mochila, en las fotos se ve que está interesado en conocer el barrio, leer las placas de memoria, por ejemplo de la casa donde vivió Gaitán, en compartir con las personas. Cuanto ejemplo nos dejó Antonio haciéndose el de la visa gorda pero con los ojos afilados, observador y crítico.
Por esos días, o en los meses posteriores, usted trabajaba en el desarrollo del libro ‘El lobo’. Eso hizo que apareciera en mi cotidianidad también, porque invitó a Fátima, la mamá de mis hijes, a escribir un texto para ese libro. También porque el diseño editorial del libro lo hizo Santiago Reyes, compañero mío de vieja escuela (estudiamos un semestre juntos en la facultad de Artes de la Universidad de Sao Paulo en 2006). Yo estaba pendiente de qué pasaba con el libro, ustedes me iban contando, pero no me imaginé que el libro fuera a ser tan importante, por lo menos para mí, o un referente tan claro y necesario para todes nosotres. Usted está hablando ahí de sus talleres de arte y creatividad que dictaba por todo el país a través de programas educativos de arte del Ban Rep. Enseñar como extensión de la practica artística, compartir diálogos, profesionalización, hacer ver y pensar. Cómo acercarse a la obra de arte, mucho mucho antes de enseñar, cómo hacer arte, diría usted, no sé, me atrevo a especular. Supe que usted por esos días le regaló a Santiago el editor del libro, un libro que usted había traído de Brasil sobre Bispo do Rosario, me lo contó Santiago entonces y yo me mordí un codo de envidia pues este artista es importante para mí y sé que no es tanto el estilo de Santiago que ha sido siempre más racional y teórico. Bispo por el contrario era un loco de manicomio que creaba arte por instinto. Fui en bus en el año 2007, fui solo, al hospital psiquiátrico donde Bispo pasó sus últimos años cerca de Rio de Janeiro y donde además guardan y exhiben su obra, sublime. Y aunque la gente que dice tantas, pero tantas cosas, pueda llegar a decir que usted Antonio, o inclusive yo, estamos locos, pues al lado de Bispo queda claro que la locura no es lo que nos rige, por el contrario, nos esforzamos por no perder la sensatez y continuar enfocados en la realidad asumiéndola sin matices ni palabras complacientes. De todo lo que se pudo decir de usted, lo que habrá quedado más desacreditado o desmentido, es la locura, siempre respondió con sentido crítico y objetivo ante lo que se le preguntó. Siempre mostró y presentó su trabajo dentro de los códigos establecidos, dentro de lenguajes ya existentes y discursos contemporáneos a su momento, corriendo riesgos grandes y de nuevo escapando a la complacencia de la gente, menos mal y menos bien.
No quiero teorizar sobre la amistad o este tipo de relación maestro alumno. Espero que sea más bien a través de deducciones subjetivas y personales que saquen el la los las les los lectores a partir de este texto de donde salgan las propias conclusiones. Como siempre proveché para dibujarme también, intentos de honestidad ojalá de manera divertida. Lo melancólico también siempre está ahí. Sobre todo ahora que usted ya no está físicamente entre nosotros. La semana pasada, el día que murió, la noche, prendí un velón anaranjado que tengo y fumé cigarros pensándolo y recordándolo. Creo que sentí que usted había venido a despedirse, le dije que bienvenido siempre y que a pesar de que sabía que tenía muchos más a quien visitar podía quedarse si quería. ¡Es siempre bienvenido Antonio!
*Artista visual.
Literatura

Le molesta la palabra poetisa y se define como poeta, periodista y feminista
Por: Adriana Villegas Botero*
Falleció la insigne poeta Maruja Vieira (Manizales, 1922 – Bogotá 2023). El siguiente es el prólogo del libro “El nombre de antes” incluido en la Colección Biblioteca de Escritoras Colombianas, un proyecto del Ministerio de Cultura de Colombia.
Con casi 99 años, Maruja Vieira se disculpa porque a veces le falla la memoria. Lo dice con timidez, anticipándose al posible olvido de alguna fecha exacta o el nombre de una persona remota. Pero su memoria sigue siendo prodigiosa y eso se evidencia en su alegre conversación, en la que intercala explicaciones y anécdotas con versos de su autoría; declama el final del poema «Lo que más duele de tu ausencia» y los versos completos de «Visión de infancia» y «Los muros y el recuerdo».
Como el comentario preciso para el diálogo presente lo pensó y escribió hace décadas, entonces el poema llega para complementar la charla. Es como si un apuntador invisible o una voz interna le dictara línea por línea cada verso que sale de su boca, sin traspiés ni titubeos, con una cadencia que hace énfasis en el adjetivo preciso y una expresión corporal de la que se infiere que no solo oye la poesía, sino que, además, la ve.
Antes de ser poeta fue declamadora. Antes de declamar fue lectora. Antes de aprender a leer, sus padres, su hermano y su abuela le leían en voz alta.
En ese antes no se llamaba Maruja, sino María Vieira White, y ya tenía el don de la musicalidad que le permite memorizar versos como si fueran canciones y escribir poesía con un ritmo interno singular.
Ella aclara: «Yo nací periodista».
* * *
Joaquín Vieira Gaviria era maestro de escuela en Sopetrán cuando estalló la guerra de los Mil Días. Su filiación conservadora lo llevó a enrolarse en el Ejército, donde ascendió hasta coronel. Un día, unos soldados le llevaron a un supuesto «bandolero», un muchacho liberal que al coronel le pareció demasiado joven. Movido por su pasado docente, decidió devolver al capturado a su familia en vez de hacerlo prisionero.
Cabalgó con el joven Ernesto White Uribe hasta Frontino para dejarlo en casa de su papá, John Henry White Blake, quien había migrado desde su natal puerto de Cowes, en Inglaterra, para trabajar como ingeniero y geógrafo en Urabá. El inglés agradeció el gesto del coronel y lo alojó en su casa. Ahí fue cuando Mercedes, la menor de los doce hijos White Uribe, conoció al coronel.
Varios factores pudieron haberse atravesado en el amor entre Joaquín y Mercedes: ella tenía trece años; él, treinta cinco y, además, estaba el asunto político: Joaquín era un coronel conservador y Mercedes era prima de Rafael Uribe Uribe, el más destacado general liberal de la guerra. La guerra siguió, los liberales perdieron y, años después, el coronel fue designado para un alto cargo en Frontino, donde el reencuentro con Mercedes fluyó más rápido de lo previsto. Ella tenía dieciocho años cuando se casó, en 1909, y fruto de esa unión entre un conservador y una liberal nació dos años después en Medellín su primogénito, Gilberto, quien durante casi medio siglo presidió el Partido Comunista en Colombia.
* * *
A comienzos de la década de 1920, la muy conservadora Manizales era una ciudad con setenta años de historia y cincuenta mil habitantes, que vivía el auge económico de la bonanza cafetera y el dinamismo político de haberse convertido en capital del Gran Caldas, luego de su segregación de Antioquia en 1905. A esa ciudad arribaron los Vieira White, con Gilberto de once años, y fue allí donde nació la segunda y última hija de la familia, María, el 25 de diciembre de 1922.
Sus primeros años transcurrieron en una casa tradicional en el actual Parque Caldas, y luego en otra en el barrio Lleras, en la que no faltaron los libros, la lectura, ni la compañía de Micifuz: «Mi mamá escribía, y muy bien, pero nunca publicó. Mi papá leía y mi hermano también. El único que no leía era el gato».
Era blanca mi casa, con ardientes geranios
Que cifraban la luz en las altas ventanas
«Cuando pienso en Manizales veo la torre de la Parroquial, que era lo que yo veía con mis ojos de cuatro años desde el balcón de la casa de don Camilo Hoyos, donde nací. No sé si todavía existe, pero la vi en una estampilla retratada. Es la casa de la esquina que da frente a la Parroquial».
Tenían las ventanas —cristal desvanecido—
un horizonte de árboles, de torres y palmeras.
Las calles alargaban el sueño del camino.
Entre 1922 y 1926, tres grandes incendios destruyeron Manizales. El segundo, en 1925, quemó 229 edificios en 32 manzanas, y el tercero, en 1926, acabó con la Catedral. María estaba muy pequeña, pero fue tanta su conmoción que esos son sus recuerdos más antiguos: «Me tocó verlos y sentirlos. Yo diría, con Aquilino Villegas: “Mis ojos mortales vieron el incendio”».
Esa imagen apocalíptica, sin embargo, no alcanza a turbar la memoria de una infancia feliz: «Recuerdo las comidas; me daban cosas muy ricas, y también me veo caminando de la mano de ese ser humano tan bueno y noble que fue mi padre».
Tres mujeres fueron determinantes en esos primeros años para su relación definitiva con la literatura. Su madre, Mercedes, leía en voz alta un amplio repertorio en el que cabían desde autoras locales, como Blanca Isaza de Jaramillo Meza y la boyacense Laura Victoria (Gertrudis Peñuela de Segura), hasta poemas, dramas y traducciones del español Felipe Cabañas Ventura. Su abuela materna, Rita Uribe Uribe, también era una voraz lectora de poesía e historia y fue con ella con quien María aprendió a leer. Este gusto se afianzó con Claudina Múnera, pedagoga, escritora y feminista, quien se encargó de estimular ese interés literario en la nueva estudiante del Liceo Femenino, colegio al que ingresó en 1928.
—Señorita Mercedes, ¿en realidad qué sabe hacer la niña?
—¡Nada! No le gusta coser. Dice que no quiere coser con «guja».
—Pero ¿qué le gusta hacer?
—Leer.
—Pues, entonces, ¡que lea!
Como ocurre con varios de sus textos periodísticos, que dialogan con sus poemas, la crónica «Memoria de Claudina Múnera» es el envés de «Recuerdo», poema dedicado a la misma profesora.
Recuerdo que mi escuela tuvo un balcón de árboles
y un patio, junto al claro viaje de los gorriones.
La vida era una mano que me esperaba afuera
y una cabeza blanca, llena de sueños altos.
Joaquín Vieira fue el primer gerente de las rentas de Caldas, y gracias a su contacto con el «alquimista» cubano Ramón Badía, el departamento ha gozado durante un siglo de los réditos del tradicional Ron Viejo de Caldas. Su legado se honra hoy en la sede de la Industria Licorera de Caldas con fotos que exaltan su figura. Lo que no se cuenta es que, en 1930, cuando terminó la Hegemonía Conservadora y el Partido Liberal asumió el poder, el coronel retirado perdió su trabajo y, aunque tuvo la oportunidad de trabajar en Ibagué, a cambio de revelar la fórmula del ron, prefirió migrar a Bogotá, con incertidumbre económica, pero sin problemas de conciencia.
* * *
Bogotá le cambió la vida a María. A sus once años ingresó al recién fundado Instituto Montessoriano, dirigido por Sofía Quijano de Ayram, otra activa pedagoga con quien pudo fortalecer su vocación literaria y su conciencia feminista: doña Sofía acababa de crear la primera facultad de derecho para señoritas.
A la influencia de la profesora se sumó la transformación de su hogar. «Nosotros llegamos con menos holgura de la que teníamos en Manizales y nos ubicamos en el ala de una casa muy grande del centro: era la casa de Georgina Fletcher Espinosa, una mujer maravillosa para la historia colombiana; la mujer feminista más notable de su tiempo».
Georgina Fletcher coincidió con Claudina Múnera en varias iniciativas en favor de las mujeres. Cuando los Vieira llegaron a su casa, ya era una líder reconocida no solo porque desde 1924 era representante en Colombia de la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas, sino, además, porque en 1928 lideró junto con Baldomero Sanín Cano el proyecto de ley sobre los derechos civiles de la mujer colombiana, que naufragó en el Congreso.
En su casa eran frecuentes las tertulias: invitados, lectura y conversación. María conoció allí a la poeta Marzia de Lusignan (Juanita Sánchez Lafaurie), quien «me sirvió mucho para aprender realmente qué debería decir» y fue allí, con quince años, donde escribió su primer poema, luego de la muerte de su abuela Rita.
A los dieciséis se retiró del colegio y empezó a trabajar. Primero en la Casa Conti, un almacén de instrumentos musicales, y luego en la Texas Petroleum Company, donde permaneció por siete años.
«Mi primo Ignacio Uribe Correa me ofreció un empleo como secretaria. Allá aprendí de todo, pero sobre todo cómo se desenvuelven una mujer y un marido […]. Yo solo tenía un padre y un hermano, que no es lo mismo, aunque ellos fueron absolutamente positivos en todo lo que pasó conmigo cuando empecé a escribir poesía, y además tuve muy buena suerte con la publicación en los periódicos. El silencio es una cárcel para el poeta y yo pude expresarme desde muy temprano».
A comienzos de los años cuarenta María Vieira White era una joven secretaria que alternaba su trabajo de oficina con la poesía y el periodismo: leía, escribía, declamaba, y empezó a publicar su obra en Lecturas Dominicales, el suplemento literario de El Tiempo. «Me gustaba declamar: Neruda especialmente, Antonio y Manuel Machado, y de Colombia, a Juan Bautista Jaramillo Meza. Hice muchos recitales y, declamando poesías ajenas, fui llegando a la mía. Yo no decidí hacerme poeta. Los poemas siempre llegaron por sí solos, sin anuncio ninguno. Desde pequeña sentí la vida desde un ángulo que resultó ser el poético y descubrí que lo que yo escribía gustaba».
En 1943 el poeta Pablo Neruda visitó Bogotá. María quiso conocerlo y el Partido Comunista facilitó las cosas: Gilberto ya era su dirigente, y el congresista Jorge Regueros Peralta era el novio de María, así que pudo unirse a la comitiva comunista que fue al aeropuerto de Techo para darle la bienvenida al chileno. Pocos días después, en una conversación amistosa, ella se animó a mostrarle a Neruda sus publicaciones en Lecturas Dominicales. «Él me dijo: “En Chile a las Marías les decimos ‘Maruca’”, y yo le respondí: “Acá les dicen ‘Maruja’”. “Te llamarás Maruja Vieira”, dijo, y desde ese día me quedé así».
Ya había publicado columnas y poemas en la prensa y había recibido un segundo bautizo, pero solo se sintió poeta a partir de un paseo a la laguna de Tota, con Enrique Uribe White, «primo hermano doble de mi mamá y un personaje muy fuerte en nuestras vidas». Maruja llevaba algunos de sus poemas mecanografiados y estando en el barco «él cogió los manuscritos y empezó a leer en silencio. Algunos los guardaba y otros los tiraba al agua. Cuando ya había arrojado varios, yo le dije: “Esos poemas no tienen copia” y él contestó: “Mejor”. Yo me sentí poeta ese día en que Enrique aceptó mi poesía porque lo que sobrevivió a la laguna se convirtió en mi primer libro».
Con el bautizo de Pablo Neruda y la bendición de Enrique Uribe, Maruja saltó de las páginas de periódico al formato de libro: Campanario de lluvia apareció en 1947 con prólogo de Álvaro Sanclemente; Los poemas de enero salió en 1951, también con la Editorial Espiral, y ese mismo año Jorge Montoya Toro editó en Medellín el volumen Poesía. El cuarto título, Palabras de la ausencia apareció en 1953 con prólogo de Baldomero Sanín Cano, y a partir de ahí siguió una sucesión de obras que suma alrededor de veinte libros, el último de ellos, Una ventana en el atardecer,
de 2018.
* * *
Maruja trabajaba en los almacenes J. Glottmann cuando la sorprendieron los incendios y saqueos del 9 de abril de 1948. Luego del Bogotazo, la situación política se tornó tensa para su hermano, y en 1950 ella se radicó en Caracas, desde donde trabajó en la Radiodifusora Nacional de Venezuela y escribió para diarios de Caracas y Bogotá.
Rápidamente se convirtió en una escritora reconocida. Publicaba libros, le pagaban por sus colaboraciones en la prensa, su voz sonaba familiar en la radio y tenía una vida social activa. Sin embargo, algunos consideraban que era una mujer incompleta: «Cuando cumplí los veintisiete años y, desde entonces con frecuencia creciente, hasta convertirse en gota de agua que horada la piedra, estoy oyendo la pregunta consabida y ritual “¿Cuándo te casas?”», escribió desde Caracas en Dominical, de El Espectador, en 1952.
«¿Cuándo te casas?» es una crónica vigente en la que desnuda al patriarcado desde un feminismo mordaz y divertido. Esta provocó una respuesta de Gabriel García Márquez en la columna «Día a Día», de El Espectador, en la que señala que «casarse con una escritora de prestigio —piensan tontamente los hombres solteros— es sin duda un honor, pero un honor demasiado estrepitoso y apabullante para quienes consideran que ya es suficiente peligro para sus complejos el hecho de casarse con alguien que sepa mejor que ellos cómo se remiendan las medias».
García Márquez la describe como una mujer «excepcionalmente atractiva», que escribe con «gracia y habilidad» y es «excelente poetisa». Maruja Vieira no habría usado ese término para referirse a sí misma. Le molesta la palabra poetisa y se define como poeta, periodista y feminista. «Las primeras feministas fueron las mujeres inglesas, las sufragistas. Yo tengo sangre inglesa por mi abuelo materno y me interesa mucho lo que tiene relación con la liberación de la mujer, la independencia y la capacidad de la creación. Es muy importante que la mujer participe de todos los elementos de la sociedad en que vive. Así me formé y por eso desde los dieciséis trabajé en todo lo que pude».
* * *
Luego de un período entre Venezuela y Bogotá, en 1955 se radicó en Popayán y, a partir de 1956, en Cali, sin sospechar que estaba próxima a comenzar la etapa más intensa de su vida.
Contigo estaba escrito
el nombre del amor sobre la Tierra;
contigo, lluvia de la medianoche,
tierna raíz de astros.
José María Vivas Balcázar era un poeta conservador cercano a Laureano Gómez y al periódico El Siglo. Antes de conocerlo, Maruja lo leyó en Venezuela gracias a una recomendación de su amigo Otto Morales Benítez. En una velada poética en Caracas, Maruja escuchó una versión de «En la mansión del padre» y se animó a escribirle al autor para contarle lo que habían hecho con su obra. La carta fue contestada desde Chile con un libro de regalo.
Tiempo después Maruja fue invitada a otra tertulia en Cali y allí se encontró con José María, quien declamó «En la mansión del padre». La conmoción de ese encuentro derivó en un noviazgo de tres años, en el que el esquema de su familia, de padre conservador y madre liberal, se replicó en el nuevo hogar. «Maruja: ¿Cuándo te casas?». «El miércoles 9 de septiembre de 1959 a las 6:00 a. m. en la iglesia de San Judas Tadeo de Cali».
A las pocas semanas quedó embarazada:
Estabas tú, invisible todavía,
niña de las canciones.
Pero Ana Mercedes no alcanzó a conocer a su padre. Ocho meses después de la boda, José María sufrió un infarto fulminante a sus cuarenta y dos años y dejó a su esposa con siete meses de embarazo y en la más profunda desolación. Lo que sigue a partir de ahí es una obra poética que trae a la memoria el relámpago de ese amor y conjura con palabras la distancia que separa a los amantes: «La poesía se enfrenta valerosamente a la muerte y le gana, porque al escribir poesía se eterniza la vida».
Cuando cierro los ojos vienes
del país de la muerte.
Llegas
a la orilla del río del tiempo.
* * *
Su pequeña familia se extendió a una larga lista de amigos: Luis Eduardo Nieto Caballero; su primo César Uribe Piedrahita; la escritora Elisa Mújica, quien la propuso para integrar la Academia Colombiana de la Lengua; la poeta Matilde Espinosa, novia de su hermano y amiga inseparable de Maruja hasta su muerte, en 2008; Dora Castellanos, a su juicio, la mejor poeta colombiana; y Meira Delmar, «mi amiga del alma desde los primeros mensajes que intercambiamos y hasta hoy, porque, aunque se fue, su obra sigue viva en mí». A ellos, y a muchos otros, les dedicó poemas cargados de ternura.
Escribió siempre a máquina o en el computador y sin rituales especiales. «No hay una hora en la que uno diga “A esta hora no viene la poesía”, así que en cualquier momento se puede escribir. La poesía llega a todas horas porque está dentro de uno mismo. No es que uno la consiga, ella llega a la cabeza».
«¿Cómo quisiera ser recordada?». «Como escritora, sencillamente. Como poeta, como periodista. Sin complicaciones, palabras raras ni invenciones extrañas. Me interesa que comprendan lo que digo: la poesía eterniza el momento si se entiende. Su único compromiso es perdurar y para lograrlo tiene que ser clara, sencilla y accesible. Lo importante es dilucidar el pensamiento convertido en poesía, o sea en música con la palabra».
Maruja Vieira considera que su obra es «poesía periodística» y que sus poemas son crónicas: relatos de su vida, sus afectos, sus duelos y sus lugares queridos, así como postales sobre el conflicto armado y la violencia política, tan cercana a su vida. Su poesía, de la que este volumen recoge una muestra, ofrece una mirada íntima alrededor de la voz y la palabra, la infancia y la familia, el amor perdido, la maternidad, la memoria y el olvido, la guerra, el paso del tiempo, los amigos y la muerte, que se vence con la escritura.
Maeterlinck nos enseña que cuando recordamos
a los que ya se han ido, nos ven llegar a ellos.
Esta mañana tibia te buscan mis palabras
y mi amor infinito, más allá del silencio.
Referencias
. Centro Cultural Universitario Rogelio Salmona. (2021, 25 de febrero). Conversaciones: Libros, lecturas y experiencias. «La vida en las letras de Maruja Vieira [Video]. YouTube. https://www. youtube.com/watch?v=H9YA8sDvsWE
. Consuegra, J. (2012, 12 de septiembre). Maruja Vieira: Un poeta para ser poeta tiene que ser poeta… Eso no se aprende, se siente… Libros & Letras. https://www.librosyletras.com/2012/09/entrevista-maruja-vieira.html
. Díaz-Granados, J. L. (2014). Maruja Vieira. Creación y creencia. Ministerio de Cultura. https://www.mincultura.gov.co/planes-yprogramas/programas/programa-nacional estimulos/publicaciones/Documents/MARUJA%20WEB.pdf
. García Márquez, G. (2015). La importancia de llamarse Maruja. En Entre cachacos. Obra periodística 2, 1954-1955 (pp. 737-738). Penguin Random House. (Columna original publicada en 1954 y reproducida en https://marujavieira.com/obra/periodismo/cronicas).
. Nadhezda Truque, S. (2020, 28 de septiembre). A los 85 estamos descaradamente vivos. Semanario Voz. https://semanariovoz.com/los-85-estamos-descaradamente-vivos-maruja-vieira/
. Sierra, J. E. (2021, 18 de julio). La poeta Maruja Vieira y su amor eterno. Eje XXI. https://www.eje21.com.co/2021/07/la-poeta-maruja-vieira-y-su-amor-eterno/
. Restrepo, C. (2012, 31 de octubre). Poeta manizalita, a los 90 años, estrena blog y página web. El Tiempo. https://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-12348381
. Ventura, B. C. (2018). Maruja Vieira: Palabra en el tiempo [Video] YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=K_IDEK0iNEY
. Vieira, M. (s. f.). Memoria de Claudina Múnera. https://marujavieira. com/obra/periodismo
. Vieira, M. (1947). Visión de infancia. En Campanario de lluvia. Espiral.
. Vieira, M. (1951a). Recuerdo de mi escuela. En Los poemas de enero. Espiral.
. Vieira, M. (1951b). Lo que más duele de tu ausencia. En J. Montoya Toro (Ed.). Poesía.
. Vieira, M. (1952). ¿Cuándo te casas? Dominical, El Espectador. https://marujavieira.com/obra/periodismo/cronicas
. Vieira, M. (1985). Cuando cierro los ojos. En Mis propias palabras. Biblioteca de Escritores Caldenses, Imprenta Departamental.
. Vieira, M. (2008). Niña de las canciones. En Todo lo que era mío. Colección Un Libro por Centavos, Universidad Externado de Colombia.
. Vieira, M. (2010). Lluvia de agosto. En Tiempo de la memoria. Caza de libros.
. Vieira, M. (2017). Los muros y el recuerdo. En Antología personal. Universidad de Antioquia.
. Vieira, M. (2018). Una ventana al atardecer. Secretaría de Cultura de Caldas.
* Periodista y abogada. Directora de Comunicaciones y Mercadeo de la Universidad de Manizales. Autora de la novela El oído miope (Alfaguara, 2018) y del libro de cuentos El lugar de todos los muertos (Secretaría de Cultura de Caldas, 2019) y del libro juvenil Sakas (Editorial Matiz, 2023).
Literatura

Blanca Isaza. Escritora y editora*
Por: Jorge Mario Ochoa**
Breve itinerario de una investigación
En 2015 entré en contacto con la obra publicada y los archivos privados de la escritora manizaleña Blanca Isaza (Abejorral, 1898 – Manizales, 1967), gracias a la recomendación y a las gestiones de Carlos Alberto Castrillón, profesor de la Universidad del Quindío, de Nicolás Duque, director de la biblioteca de la Universidad de Caldas y de la poetisa Esperanza Jaramillo, nieta de la escritora. En aquel año, todo el archivo que hasta ese momento se encontraba en la casa que Blanca y su esposo construyeron en 1940 y que habría de ser demolida en 2019, pasó a la Universidad de Caldas con el nombre de Fondo Juan Bautista Jaramillo y Blanca Isaza. Este archivo contiene una parte inédita de la historia social de la literatura del siglo XX en nuestro país, enlazada a una pareja de escritores: la colección completa de las dos revistas que ambos fundaron (Azul, en 1919 y Manizales en 1940), una voluminosa correspondencia rigurosamente organizada por años, entre 1915 y 2003, hojas de álbum, recortes de prensa, cientos de hojas con poemas, artículos y cuentos mecanografiados, himnos, proclamas, conferencias, reseñas, biografías, fotos y materiales gráficos.
Sobresale en estos archivos, una comunicación epistolar constante y fluida con lectores, colaboradores, editores, directores de revistas, libreros, funcionarios, diplomáticos, líderes políticos del país y el continente, que da cuenta de cómo se formaban los grupos y las redes de escritores de regiones y ciudades de provincia. Allí reposan numerosos testimonios de hombres y mujeres sobre su devoción a la poesía, así como relatos personales aportados por los propios escritores, sobre sus orígenes y su participación en la vida literaria; en otros casos, testimonios personales sobre la persecución que vivieron algunos de ellos durante los años de la violencia.
En medio de ese mar de papeles impresos, la voz de Blanca estaba adherida, “como el molusco a la concha materna”, a su tiempo y espacio, a la ciudad, la región, la casa, la infancia, los amigos, los parientes; a las preocupaciones espirituales e intelectuales de quienes vivieron las dos grandes guerras del siglo XX y La Violencia (con mayúsculas) de los años 50 en Colombia; pero, además, su obra estaba también impregnada de una relación, que se fue haciendo más familiar con el paso de los años, con un auditorio simpatizante que le prodigaba afecto y admiración, gracias a su trabajo constante para la prensa. Blanca publicaba no solo en su propia revista; también lo hacía en las páginas literarias de periódicos como El Colombiano de Medellín, El Tiempo de Bogotá y La Patria de Manizales, que circulaban por todos los pueblos de Antioquia, el Viejo Caldas, norte del Valle y parte del Tolima. En la correspondencia y en la sección de lectores de la revista Manizales que dirigió entre 1940-1967, se pueden encontrar numerosos testimonios de lectores que decían haber crecido leyendo a la escritora.
El hilo de esta investigación es el proceso de producción de la obra literaria de Blanca Isaza a lo largo de 50 años (1917-1967), pero siempre en busca de esos pliegues entre el texto en sí y su condición de mujer escritora en una sociedad de provincia, durante las primeras décadas del siglo XX, sus adhesiones y rechazos en torno a la literatura, sus vínculos con la generación de escritoras que apareció en Colombia durante la década de 1920, los lazos que estableció con el público lector de su obra, con los colaboradores de su revista, y con los comerciantes que la financiaban. Esto me permitió transitar y establecer contrastes entre la literatura, la historia de las ideas y la historia de los procesos sociales de la región; y sobre todo poner a dialogar la obra de la escritora manizaleña en un horizonte más universal, con voces afines de otras latitudes.
Para Blanca, igual que para las mujeres de una generación que había crecido entre la guerra de los mil días y la celebración del Centenario, la literatura fue el nombre de un deseo vago pero intenso que estaba en la raíz de su escritura, producto, acaso, de sentirse en una singular intersección entre el final doloroso del siglo XIX que había dejado en ruinas al país después de la guerra, y los himnos que conmemoraban la gesta libertadora. De esa experiencia alfa y omega, resultó un interés común por el cuento y la poesía, sus dos géneros predilectos; ambos reflejaban dos impulsos opuestos: hacia la ensoñación y la vigilia. Mientras que la poesía era la ventana a un romanticismo tardío que todavía hablaba del yo como un jardín interior o como una selva florida, los cuentos eran crueles, de final trágico: ellos revelaban el ocaso de la visión idílica del siglo XIX y el inicio de una mirada más dura sobre el lugar de la mujer en la sociedad del XX.
Y ya hacia la década de 1940, Blanca encuentra su identidad como escritora en el abrigo del hogar y en el quehacer cotidiano de la revista Manizales, que dirigió durante 27 años desde su casa. A partir de ese momento, como señaló Otto Morales, toda su obra gira en torno a la casa. Esta, con sus ventanas abiertas al paisaje de la montaña, su estudio y su taller de costura, fue su “nido habitable”, tal y como lo entendía el fenomenólogo Otto Bollnow: un contrapeso para resistir al desarraigo de los tiempos y al paso de los años; su jardín de estilo andaluz fue para ella eso que el filósofo alemán definía como: “el espacio en donde el adulto recupera la mirada del niño”. La casa de Blanca y Juan Bautista, hoy desaparecida, fue también una embajada cultural de Manizales durante casi tres décadas; los archivos conservan numerosos testimonios de artistas, mujeres y hombres de letras que pasaron por allí y conocieron a una mujer excepcional que tenía una casa, una familia y un jardín, que en medio de su faena diaria recogía para sus lectores fragmentos de vida en las cajetillas de cigarrillos o en el revés de una receta de cocina.
*Título de la tesis del doctorado en Literatura.
**Profesor Departamento de Lingüística y Literatura de la Universidad de Caldas. Licenciado en Filosofía y Letras de la misma universidad. Maestría y doctorado en Literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira. Ha publicado además: La narrativa de Andrés Caicedo (1993); El yo en la literatura hispanoamericana del siglo XIX (2006), ambas obras publicadas por la Universidad de Caldas.
Literatura

La cuarta bestia
Por: Germán Sarasty Moncada*
Después de Falsville la cual escribió a los quince años, este joven escritor Juan Grajales (marzo 30 de 1998), aborda en su segundo libro (La cuarta bestia, noviembre 2016, Manigraf Grupo Editorial), a la manera de los grandes novelistas de esta ciudad, como Eduardo García Aguilar con su Tierra de leones, Octavio Escobar Giraldo con Después y antes de Dios y Orlando Mejía Rivera con su Recordando a Bosé, nuestra querida Manizales, pero de una manera apocalíptica.
En sus cuatrocientas cinco páginas de narración nos va llevando en una abigarrada descripción desde una apacible calma a una tenebrosa catástrofe que va cobijando todo lo que toca y así va destruyendo lo más querido que se tiene desde las posesiones materiales, hasta los seres cercanos a nosotros. Una vez iniciada la trama no hay sosiego en la lectura, pues intentamos como los seres involucrados, encontrar apertura de esas tinieblas pavorosas, sin encontrar salidas plausibles. La narración se muestra siniestra, como en la mutación descrita así:
“En el tiempo que estuvo en el cubículo había sufrido una transformación perturbadora, sus dientes se habían caído y habían sido reemplazados por protuberancias puntiagudas, su piel estaba pálida y las venas oscuras contrastaban bajo ella, y su mente…, su mente era la que más había cambiado. No sentía miedo, ni amor, ni nostalgia, ni tristeza, solo hambre. Hambre e ira. Escuchaba la inconfundible voz de la mujer de mármol obligándolo a cambiar, a someterse a una metamorfosis sobrenatural. Salió del baño balanceándose por los pasillos desolados, rozando las paredes llenas de pancartas con sus dedos puntiagudos. Se detuvo un momento, pudo escuchar los latidos de un corazón cercano, pudo oler la sangre siendo bombeada a través de las venas, su garganta se irrito y le pidió a gritos poseer esa sangre. Iría a por ella.”
Durante el relato se van describiendo no solo los lugares emblemáticos de la ciudad, sino también el tipo de relaciones que se van tejiendo o destejiendo, se van reforzando o anulando y así aparece lo más sublime y bajo del ser humano, el cual en situaciones de crisis se ve mejor definido, pues estas hacen aflorar lo más recóndito del hombre. Así lo percibimos en un episodio de un vuelo, en el que se relaciona de manera aséptica una masacre:
“Estaban inclinados, el avión seguía subiendo, estaban sobrevolando la ciudad, dando vueltas sin sentido, ganando altura estúpidamente. Bajo el suelo, varios kilos de explosivos esperaban a ser detonados. No tenían una pantalla de cuenta regresiva, no podemos saber cuándo pasará. Arriba todos siguen angustiados, estaban allí, luego ya no están. La carga ha explotado.”
Así como en las diferentes guerras se utiliza todo tipo de armas, las más letales sí han sido y serán las biológicas y de eso se trata ahora, del desencadenamiento de un virus, que no es algo lejano a la realidad, pues con tanta depredación a la naturaleza que hace el hombre, con tanta manipulación genética y supuestas investigaciones científicas, siempre existirá la posibilidad de que aflore el mal y haga prevalecer sus intenciones pretendiendo causas superiores. Lo que parece ciencia ficción no está lejano de la posibilidad. Los cuadros son dantescos:
“No viste lo que había hoy en el hospital, ayer era una locura, hoy es un infierno. La gente se está muriendo, igual que mamá, igual que tu amigo Carlos, hasta los mismísimos doctores están enfermando. Los oí decir que no quedaban mas bolsas de cadáveres, que los tenían que amontonar todos en una bodega, pudriéndose como si fueran animales.”
La narración, aunque casi siempre es lineal, va cambiando de personajes y escenarios lo cual obliga al lector estar muy atento y expectante de lo que le va sucediendo a los actuantes a medida que trascurre el relato. Se presentan algunos “flash backs” para poner en contexto características de los personajes, pero no es lo común y ayudan mucho a dar claridad.
La trama urdida por este estudiante de Biología de la Universidad de Caldas, está tan bien construida que cada vez que se ve la luz al final del túnel para cada uno, aparece es otro nuevo escollo a superar, otra nueva inesperada circunstancia a remontar, y así hasta el final que cuando creemos que habrá claridad, la tendremos que seguir buscando y esto como en las buenas zagas, dará para una próxima entrega, ¿recuerdan Los juegos del hambre de Suzanne Collins, o Harry Potter de J. K. Rowling?
*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.
PROGRAMA DEPARTAMENTAL DE INICIATIVAS CULTURALES PARA ENTIDADES Y AGENTES CULTURALES DEL DEPARTAMENTO DE CALDAS 2023.
GOBERNACIÓN DE CALDAS – PRIMERO LA GENTE Y A SU SECRETARÍA DE CULTURA, ¡LA CULTURA EN CALDAS DE VISTE DE MUJER!.